jueves, 28 de julio de 2011

Apuntes sobre las elecciones en Santa Fe

Un chiste sin gracia


Las elecciones en la provincia de Santa Fe confirmaron dos datos que ya se intuían, al menos en la semana previa: la victoria del candidato del Frente Progresista Cívico y Social, Antonio Bonfatti, y la derrota del representante del peronismo provincial, el kirchnerista Agustín Rossi. Pero el elemento novedoso, preocupante, fue el notable crecimiento de Miguel Del Sel, nuevo representante de una derecha populista en ascenso, que disputó voto a voto hasta último momento al delfín de Binner. De cara a las elecciones nacionales de agosto y octubre, el escenario se complejiza aún más.


En sólo cuatro meses, Miguel Del Sel saltó de los escenarios teatrales y televisivos a los de la política. Con el encanto y el handicap que tienen los outsider –si lo habrán explotado Reutemann, Palito Ortega y Scioli- el Midachi tuvo en las primarias de mayo un debut sorpresivo, con 15% de los votos.

Apuntalado por los grandes grupos económico-periodísticos, y especialmente por el aparato del peronismo no kirchnerista, su discurso pretendidamente apolítico, poblado de vaguedades del sentido común, prendió en sectores sociales heterogéneos: clases populares urbanas, sectores medios y altos rurales. La personalización de la elección, aunque es una tendencia de largo plazo y tiene raíces más profundas, se potenció con el sistema de boleta única y benefició claramente al humorista.

Como hipótesis, se presume que la gran mayoría de sus votantes metió la boleta en la urna pensando que no ganaría. Como para sacarse las ganas, vio. Y así sumaron votito a votito hasta los 620 mil, para susto de propios y extraños.

De todas maneras, cabe destacar que la performance del novel candidato no logró traccionar al resto de los postulantes de su espacio: aunque sumó 6 diputados, el PRO no logró intendencias, ni jefaturas comunales, ni senadores, y es una fuerza minoritaria en la legislatura provincial. Una luz amarilla se ha prendido en la política santafesina, si se permite el chascarrillo cromático.


Bonfatti, por su lado, cumplió con lo que debía hacer: sostener la primera y única gobernación encabezada por el Partido Socialista en toda su historia. Fue la victoria y nada más. A pesar de pegar su calva testa a la de Binner, el rocoso candidato no pudo sostener los números que el Frente Progresista había logrado en 2007. Esos diez puntos migraron hacia Del Sel, el otro pretendiente del voto sojero. Sin mayoría en las cámaras, deberá negociar con el peronismo y el PRO, lo que le dará una excusa perfecta para victimizarse y acusar al resto de los bloques de “frenar la transformación”.

El gobernador saliente no obtuvo el aire que esperaba para su aventura presidencial, pero buscará erigirse en la nueva esperanza del progresismo blanco, pulcro, y que habla de reformas sin levantar demasiado la voz, como para que no se alarmen los mercados y los “sectores productivos”, eufemismo para los grupos económicos concentrados que controlan la economía provincial y nacional.


El gran derrotado de la elección fue el candidato del Frente Santa Fe Para Todos, Agustín Rossi. La añeja máxima “el que gana conduce, y el que pierde acompaña” quedó archivada en algún viejo manual de conducción peronista, ya que en la campaña se expresó poco y nada. El presidente de la bancada kirchnerista en diputados, al frente de una fórmula que contenía a priori las distintas fracciones del peronismo derrotadas en las internas de mayo, se quedó pedaleando en el aire. Su lista era una muestra del know how kirchnerista de construcción de alianzas: la “juventud maravillosa” al lado de la burocracia sindical light encarnada por el candidato a vice, el secretario provincial de ATE Jorge Hoffmann, y ex duhaldistas y menemistas como Pedro González, que volverá a ser intendente de Villa Gobernador Gálvez.

Enmarcado en la estrategia nacional que busca reenamorar a las clases medias, la campaña apeló a la nostalgia de doñas mateando en las veredas y se subió al reclamo de seguridad. Pero la disputa por la resolución 125 dejó sus marcas en la provincia profunda: Rossi sólo llegó a los convencidos. Cuando el piso y el techo de votos son casi iguales, el candidato está en problemas.

Diferente fue el desempeño de María Eugenia Bielsa, que triunfó en la categoría de diputados provinciales. A pocos días de la elección, se reunió con la presidenta en Olivos y prometió su apoyo para las primarias. Las puertas de las ligas mayores se abren para la hermana del flamante técnico del Athletic de Bilbao.


A la izquierda, más o menos lo de siempre: una práctica política ritualizada, externa e irrelevante para la inmensa mayoría de los sectores populares. Sin embargo, hay algunos datos nuevos alentadores, como la elección del periodista Carlos Del Frade como diputado provincial –más allá del esfuerzo del PRO por arrebatarle el cargo después del domingo, desempolvando una vieja disposición de la dictadura- y las buenas elecciones de los partidos de izquierda en algunos distritos donde tiene inserción en el terreno sindical y barrial, como es el caso de Capitán Bermúdez, donde el Partido Obrero logró una concejalía.

Como sucede en el resto del país, existe un extenso campo, invisible en muchos casos para el ojo de Doña Rosa, conformado por diversas organizaciones sociales, barriales, estudiantiles, culturales (y varios etcéteras más) y cientos de militantes populares, que desconfían de las roscas por arriba (por más “progresistas” que se presenten) y que buscan parir algo diferente, trasciendo las distintas opciones del “mal menor”.


Lo que viene, lo que viene

En la proyección hacia las primarias nacionales del 14 de agosto, deberían evitarse los análisis lineales y definitivos: si después de la derrota en las elecciones de junio de 2009 el oficialismo nacional recuperó la iniciativa con medidas como la estatización de las AFJP, la implementación de la Asignación Universal por Hijo, Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, sería hoy un error hablar nuevamente del “poskirchnerismo” para augurar un cambio de signo político en octubre.

Por ahora, el vagón de la economía argentina, repleto de soja, petróleo y productos mineros, sigue enganchado a la locomotora del BRIC. Como enseñaba un dirigente político de principios del siglo pasado, las clases sociales no se suicidan: aunque recelen del estilo de conducción del kirchnerismo (y de haberles sacado algún que otro negocio, también) las distintas fracciones burguesas no encuentran entre las ahora reanimadas fuerzas de la oposición una alternativa que les garantice gobernabilidad y sostener un “clima favorable de negocios”; entre las volátiles clases medias, algunos se inclinarán hacia oficialismo por adhesión ideológica al proyecto kirchnerista (como parte de un nuevo proceso de peronización de los sectores medios) o lo harán a regañadientes, refunfuñando por Schoklender, Moyano y compañía, pero con la intención de continuar con lo existente. En el heterogéneo mundo popular, también surgirá el interrogante sobre la conveniencia o no de cambiar de capitana del barco, más cuando algunas cuentas rápidas sugieren no arriesgar las fichas: la mayor parte del empleo es precario y los salarios siempre corren de atrás a la inflación, pero a diferencia de 2001-2002, trabajo hay y habilita cierta recuperación del consumo popular.

Los que no se fueron en el 2001 se esforzaron en estos años por asociar las jornadas de diciembre a crisis y desorden, soslayando la extraordinaria movilización social antes y después del 19 y 20. Los fenómenos Macri y Del Sel dan cuenta de una crisis de representación que no está cerrada del todo, y muestran su cara más aberrante y repulsiva. A 10 años de esos días convulsionados, las demandas siguen vigentes: democratización real de la vida política, redistribución de la riqueza, solución a problemáticas estructurales como la falta de vivienda y el acceso igualitario a salud y educación. La herencia todavía está vacante.